Cuando pasaron los milenios
por el Mar de los Sargazos,
todas las páginas de los Libros de la Memoria
estaban escritas, todos los telescopios
habían repasado el fulgor de las estrellas
y su rebotar en la cima del océano,
todas las fronteras eran conocidas,
las lejanías habían perdido su novedad
y el temor fué un sentimiento
que desapareció con los siglos.
Todos los habitantes de este singular mundo
habían llegado a la adultez de sus especies,
al brillo de sus capacidades,
al lucimiento de sus cualidades
en un esplendor sin igual.
Por primera vez
una circunstancia desconcertante,
y no vivida se presentaba:
el Mar de los Sargazos
no cabía dentro de sus propios límites.
El impulso de su realidad
era un ensueño plasmado en cada cosa,
en cada habitante,
que aspiraba a transmitirse,
como si la necesidad de desbordarse
fuera una forma de un imparable destino.
Una belleza tal que al lograr
su máxima expansión de nobleza
debía rebasar, necesariamente,
la grande y casi imperceptible
campana de agua que la contuvo
por el paso de las edades.
Este mundo preservado no podía ser
una pompa acuática solamente.
Su propia inmensidad era, sin duda,
un espectáculo de música,
color y conquistas inverosímiles.
Y, entonces, la fuerza de esta energía
tan total hizo que ocurrieran
las Aguas del Porvenir:
El Mar de los Sargazos
rompió sus diques y se vació el mar
sobre los otros mares,
sobre todas las costas y confines.
Los sargazos se desplazaron
hacia playas intocadas.
Las olas, con su vaporosidad y espuma,
se hicieron también habitantes,
y todos los ciudadanos del Mar
se concertaron para alcanzar el aire,
comenzando la más lúcida caminata
hacia los espacios de la tierra.
por el Mar de los Sargazos,
todas las páginas de los Libros de la Memoria
estaban escritas, todos los telescopios
habían repasado el fulgor de las estrellas
y su rebotar en la cima del océano,
todas las fronteras eran conocidas,
las lejanías habían perdido su novedad
y el temor fué un sentimiento
que desapareció con los siglos.
Todos los habitantes de este singular mundo
habían llegado a la adultez de sus especies,
al brillo de sus capacidades,
al lucimiento de sus cualidades
en un esplendor sin igual.
Por primera vez
una circunstancia desconcertante,
y no vivida se presentaba:
el Mar de los Sargazos
no cabía dentro de sus propios límites.
El impulso de su realidad
era un ensueño plasmado en cada cosa,
en cada habitante,
que aspiraba a transmitirse,
como si la necesidad de desbordarse
fuera una forma de un imparable destino.
Una belleza tal que al lograr
su máxima expansión de nobleza
debía rebasar, necesariamente,
la grande y casi imperceptible
campana de agua que la contuvo
por el paso de las edades.
Este mundo preservado no podía ser
una pompa acuática solamente.
Su propia inmensidad era, sin duda,
un espectáculo de música,
color y conquistas inverosímiles.
Y, entonces, la fuerza de esta energía
tan total hizo que ocurrieran
las Aguas del Porvenir:
El Mar de los Sargazos
rompió sus diques y se vació el mar
sobre los otros mares,
sobre todas las costas y confines.
Los sargazos se desplazaron
hacia playas intocadas.
Las olas, con su vaporosidad y espuma,
se hicieron también habitantes,
y todos los ciudadanos del Mar
se concertaron para alcanzar el aire,
comenzando la más lúcida caminata
hacia los espacios de la tierra.
Aut.: Manuel Orestes Nieto
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Tengo que reconocer que tu blog me relaja un montón...me encanta :)
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